📖 La Oración del Humilde
Domingo 26 de octubre de 2025 | XXX del Tiempo Ordinario
Primera Lectura: Lectura del libro del Eclesiástico (35, 12-14. 16-18)
El Señor es juez y no se deja impresionar por apariencias.
No se muestra parcial contra el pobre
y escucha la súplica del oprimido.
No desoye la plegaria del huérfano,
ni a la viuda, cuando expone su queja.
El que rinde el culto que agrada al Señor, es aceptado,
y su plegaria llega hasta las nubes.
La súplica del humilde atraviesa las nubes,
y mientras no llega a su destino, él no se consuela:
no desiste hasta que el Altísimo interviene,
para juzgar a los justos y hacerles justicia.
El Señor no tardará ni tendrá paciencia con ellos.
No se muestra parcial contra el pobre
y escucha la súplica del oprimido.
No desoye la plegaria del huérfano,
ni a la viuda, cuando expone su queja.
El que rinde el culto que agrada al Señor, es aceptado,
y su plegaria llega hasta las nubes.
La súplica del humilde atraviesa las nubes,
y mientras no llega a su destino, él no se consuela:
no desiste hasta que el Altísimo interviene,
para juzgar a los justos y hacerles justicia.
El Señor no tardará ni tendrá paciencia con ellos.
Palabra de Dios.
Salmo Responsorial: Salmo 33, 2-3. 17-19. 23. R. El pobre invocó al Señor, y él lo escuchó.
R. El pobre invocó al Señor, y él lo escuchó.
Bendeciré al Señor en todo tiempo,su alabanza estará siempre en mi boca.
Mi alma se gloría en el Señor:
que lo oigan los humildes y se alegren.
R. El pobre invocó al Señor, y él lo escuchó.
El Señor rechaza a los que hacen el malpara borrar su recuerdo de la tierra.
Cuando los justos claman, el Señor los escucha
y los libra de todas sus angustias.
R. El pobre invocó al Señor, y él lo escuchó.
El Señor está cerca del que sufrey salva a los que están abatidos.
El Señor rescata a sus servidores,
y los que se refugian en él no serán castigados.
R. El pobre invocó al Señor, y él lo escuchó.
Segunda Lectura: Carta del apóstol san Pablo a Timoteo (4, 6-8. 16-18)
Querido hermano:
Yo ya estoy a punto de ser derramado en ofrenda,
y el momento de mi partida es inminente.
He combatido el buen combate,
he terminado la carrera,
he conservado la fe.
Ahora sólo espero la corona merecida,
con la que el Señor, justo juez, me premiará en aquel día;
y no solamente a mí, sino a todos aquellos
que esperan con amor su glorioso advenimiento.
La primera vez que me defendí ante el tribunal,
nadie me ayudó. Todos me abandonaron.
¡Que no se les tome en cuenta!
Pero el Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas
para que, por mi medio, se proclamara claramente
el mensaje de salvación y lo oyeran todos los paganos.
Y fui librado de las fauces del león.
El Señor me seguirá librando de todos los peligros
y me llevará salvo a su Reino celestial.
A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Yo ya estoy a punto de ser derramado en ofrenda,
y el momento de mi partida es inminente.
He combatido el buen combate,
he terminado la carrera,
he conservado la fe.
Ahora sólo espero la corona merecida,
con la que el Señor, justo juez, me premiará en aquel día;
y no solamente a mí, sino a todos aquellos
que esperan con amor su glorioso advenimiento.
La primera vez que me defendí ante el tribunal,
nadie me ayudó. Todos me abandonaron.
¡Que no se les tome en cuenta!
Pero el Señor estuvo a mi lado y me dio fuerzas
para que, por mi medio, se proclamara claramente
el mensaje de salvación y lo oyeran todos los paganos.
Y fui librado de las fauces del león.
El Señor me seguirá librando de todos los peligros
y me llevará salvo a su Reino celestial.
A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Palabra de Dios.
Evangelio: Lectura del santo Evangelio según san Lucas (18, 9-14)
En aquel tiempo, a propósito de algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, Jesús dijo esta parábola:
«Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, publicano.
El fariseo, erguido, oraba así en su interior: “¡Oh Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo”.
El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: “¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador”.
Os digo que este bajó a su casa justificado, y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».
«Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, publicano.
El fariseo, erguido, oraba así en su interior: “¡Oh Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo”.
El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: “¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador”.
Os digo que este bajó a su casa justificado, y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».
Palabra del Señor.
No comments:
Post a Comment